Empezar en esto del running rondando la treintena tiene sus ventajas, evidentes y en las cuales hoy no me entretendre, y tambien sus inconenientes.
Los primeros meses son apabullantemente ilusionantes. El ritmo en la mejora atlética es directamente proporcional a nuestra ilusión, y por tanto entramos en un circulo virtuoso de entreno y mejora, mejora y entreno que nos enfrenta a la quimera de sentir como infinita nuestra potencialidad.
Complementariamente incrementamos el numero de sesiones y la calidad de estas, mejoramos la alimentación y el empleo de ayudas ergogénicas .... pero inevitablemente llega el momento en el que se llega a la sensación de estancamiento, máxime cuando compartes entrenamiento con imberbes veinteañeros cuya cúspide atlética no parece existir.
La capacidad de recuperación y regeneración de nuestros cuerpos se ralentiza. Y conseguir una mejora de pocos segundos en el ritmo medio requiere esfuerzos improbos de meses y meses de sacrificio y tesón.
Pero aquí es donde realmente radica la belleza de nuestro deporte (obsesión???). Ante las dificultades cada vez mayores que nos plantea la edad y en muchos casos la genética nos sobreponemos y porfiamos pòr alcanzar nuestro límite.
quam natura non dat salmantica non praestat ...... Y A MI QUE!!!!!!
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